Las sociedades occidentales, y España en concreto, tienen un grave y creciente problema de soledad y de pérdida de vínculos familiares. La soledad en el hogar es una de las peores consecuencias del declive de la natalidad y la nupcialidad, y de la alta tasa de ruptura familiar.
Comparado con lo que sucedía hace medio siglo, ahora tenemos muchos menos hijos de media y estos tienen menos o ningún hermano, se casa mucha menos gente y hay muchos más divorcios. La mayor soledad y el menor número de personas por hogar no solo implican más riesgo de tristeza y empobrecimiento afectivo, sino también peor calidad de vida en muchos aspectos, riesgo incrementado de problemas de salud psíquica y física, y necesidad de gastar más recursos por habitante. La soledad es especialmente dura en las dos etapas de la vida en las que el ser humano es más vulnerable: de niño y de mayor. En la niñez, por falta de hermanos con los que jugar, compartir penas y alegrías en familia, y aprender. De mayores o muy mayores, cuando el afecto y los cuidados familiares son especialmente apreciados y su carencia resulta dolorosa. También es especialmente dura la soledad como resultado de una ruptura familiar o de enviudar. Y es un problema que, por cierto, no se puede solucionar con más inmigración, que para muchos sería la panacea contra los problemas que genera la baja natalidad. Casi nadie que solo haya tenido un hijo biológico le puede dar un hermano adoptivo venido del extranjero (hay ya muy pocas adopciones internacionales), y quien no haya tenido descendencia, de mayor no puede “importar” extranjeros para que sean los hijos que no tuvo de joven y le den cariño.
Por sostenibilidad de nuestra sociedad y por calidad afectiva de la vida privada de los muchos millones de españoles afectados por este problema, ya sea en su versión total (hogares unipersonales) o parcial (carencia de hijos o hermanos, separación entre padres e hijos, muchos más hogares con solo dos personas y muchos menos con 4-5 o más que antaño…), nos conviene sobremanera recuperar la natalidad y la estructuración familiar. Si no, el sustrato humano de nuestra sociedad seguirá deteriorándose en cantidad (menos españoles y menos familiares por persona) y calidad (población más envejecida y más y más soledad en el hogar, donde pasamos una enorme parte de nuestras vidas, y más aún de niños y de ancianos, las etapas de la vida en que la soledad en el hogar es más dañina).
Paula Otero y Jorge Jiménez-Alfaro comienzan su beca formativa en uno de los think tanks conservadores más prestigiosos de Estados Unidos.
El Center for Fundamental Rights ha organizado este encuentro al que han asistido más de 40 jóvenes líderes de distintos países europeos.
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