Los iberoamericanos conforman uno de los principales grupos sociales de la humanidad, con grandes afinidades y estrechos lazos históricos, de sangre, lengua, cultura e intereses comunes con España y Portugal, y con un gran peso también en Estados Unidos y en España. Así pues, por la magnitud de su dimensión y la relación que guarda con el mundo occidental, se propuso realizar un informe de investigación para conocer más de cerca la realidad de estos pueblos en las cuestiones de natalidad, mortalidad, envejecimiento de la población y los movimientos migratorios.
La principal fuente de información utilizada es la división de población de la ONU, que proporciona decenas de datos demográficos de todos los países y regiones del mundo para el período 1950-2100 (con datos históricos hasta 2023, y proyectados hasta 2100). Además, debemos puntualizar que por «Iberoamérica» se entienden los países americanos de habla española y Brasil. También se incluye a Puerto Rico, culturalmente nación hispánica, con un singularísimo estatus político («Estado libre asociado» a los Estados Unidos de América) y un muy elevado grado de autogobierno, aunque no sea un Estado independiente. Quedan excluidos Haití, Jamaica, Belice, las Guayanas, Surinam y otros países y territorios antillanos no hispanoparlantes.
Los iberoamericanos –y a mayores, sumándole sus madres patrias España y Portugal– son uno de los mayores grupos sociales de la humanidad, y con gran presencia de emigrados en la primera potencia mundial (EE.UU., donde son la segunda mayor comunidad étnica) y en España. Su transformación demográfica desde 1900 a la actualidad ha sido vertiginosa, con grandes crecimientos de población, un tremendo desplome de la fecundidad en el último medio siglo y aumentos asimismo enormes de la esperanza de vida, siendo esto último algo muy digno de celebrar.
Lamentablemente, la inmensa mayoría de los países iberoamericanos -y la región en conjunto- tiene ya una fecundidad inferior a la de reemplazo (2,1 hijos por mujer), lo que augura un declive o envejecimiento demográfico similar al de Europa, con el riesgo de que se produzca antes de haberse logrado unos niveles de desarrollo y prosperidad general similares a los europeos. Por ello, los políticos, intelectuales y la sociedad civil de las naciones iberoamericanas deberían ser muy conscientes de la gran importancia de recuperar fecundidad, y de que ésta se estabilice al menos en torno a los niveles de reemplazo (o que no baje de esos umbrales en los pocos países –como Honduras, Guatemala o Bolivia– que aún la tienen por encima de 2,1 hijos por mujer), empezando, como mínimo, porque no siga cayendo.
Asimismo, es de vital importancia para Iberoamérica aprovechar su actual estructura demográfica, con la población en edad laboral en máximos, para completar su desarrollo económico y mejorar sustancialmente la cohesión social, de modo que la inmensa mayoría de sus poblaciones pasen a pertenecer a las clases medias, las que viven con un cierto confort y suficiencia económica. De otro modo, si no aumenta la fecundidad y no se aprovechan a fondo las próximas décadas para el desarrollo económico, las perspectivas globales de la región para la segunda mitad del siglo xxi serán entre malas y muy malas.
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