El régimen de Nicolás Maduro tiene fecha de caducidad, pero no es enero de 2025, ni el futuro más inmediato. Pero hay motivos para tener esperanza en Venezuela.
Que Occidente no pierda el tiempo. Resulta ingenuo llamar a la cordura a Nicolás Maduro en nombre de la democracia. Europa y Estados Unidos ya han comprobado que Maduro no le otorga el valor que tiene aquí.
Entonces, ¿nunca se va a producir un cambio político real en Venezuela, pese a que la oposición ha presentado las actas electorales que demuestran su victoria legítima? De forma inmediata, no. Sí es cierto que el liderazgo de María Corina Machado, que ha ido madurando durante años, está dando sus frutos. Pero hace falta más para que la transición sea efectiva y definitiva. No parece posible que haya un cambio de régimen mientras las Fuerzas Armadas Bolivarianas estén al lado de Nicolás Maduro.
Las claves para que caiga el régimen de Maduro
Hay motivos para pensar que algo puede empezar a cambiar en algún momento. Primero: la oposición está organizada y ha ido enjambrando una masa social lo suficientemente amplia y convencida para enfrentarse al poder y vencer al miedo. La detención fugaz de María Corina Machado el día que Nicolás Maduro tomó ilegítimamente posesión, fue un susto que, probablemente, ha sido diseñado para ser precisamente eso, un susto. ¿Cómo hubiese justificado el régimen de Maduro algo más?
Segundo: Rusia y China pueden tener otras prioridades. Si bien este es un escenario más incierto y basado en conjeturas, no deja de ser una posibilidad que pase en Venezuela algo parecido a lo que sucedió en Siria. La guerra en Ucrania ha sido más larga de lo esperado por todos, especialmente por Rusia; y mantener a Nicolás Maduro en el poder puede bajar rápidamente de la lista de prioridades de Vladimir Putin si el conflicto se sigue alargando.
Otro actor determinante es China. La inversión de Pekín en Venezuela no sólo ha servido para que Maduro pudiese sortear las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos. El objetivo de China no se queda en Venezuela, sino que su ambición está en todo el continente y Venezuela es una base de inversión importante para ellos. Ni a Putin ni a Xi Jinping le importa Nicolás Maduro en sí, sino lo que implica sostenerlo en el poder.

¿Qué podría hacer España?
El problema para la democracia en Venezuela es que sus aliados no pueden confiar sólo en lo que pueda hacer, o dejar de hacer, Rusia y China con Maduro. Occidente, especialmente la Unión Europea, tiene que ser mucho más ambiciosa para frenar a Maduro y reestablecer el orden constitucional. España, donde viven más de 400.000 venezolanos -muchos exiliados-, no puede titubear a la hora de reconocer a Edmundo González Urrutia como el legítimo presidente electo de Venezuela. Hacerlo no es una injerencia, tampoco colonialismo, sino estar comprometido con la democracia.
Los miles de presos políticos en las cárceles de Venezuela y el asedio a la embajada de Argentina en Caracas, ahora bajo pabellón brasileño y donde están los colaboradores de María Corina Machado, evidencian que el régimen de Maduro no es una democracia. Hasta el momento han huido de Venezuela 8.000.000 de personas. Casi medio millón han llegado a España, pero con la esperanza de poder volver en algún momento a su patria. Sin embargo, el régimen de Nicolás Maduro imposibilita ese regreso. La pregunta política ahora podría ser, en este punto: ¿Qué más se necesita para condenar una dictadura?