Tras décadas de resultados mediocres y un aumento vertiginoso en el gasto de la educación estadounidense —recientemente agravado por cierres escolares no basados en ciencia debido a la COVID y aulas politizadas—, padres, contribuyentes y legisladores han llegado a su límite. A lo largo del país, los estados están reformando sus obsoletos sistemas burocráticos y ofreciendo a los alumnos opciones más y mejores que la deficiente situación actual.
Ahora, siete estados han implementado programas de elección educativa universal que financian a los estudiantes y no a los distritos escolares ni a su séquito de grupos de interés especializados en autoprotegerse. Más de un millón de niños abandonaron las escuelas públicas de EE. UU. entre 2020 y 2021, mientras que las escuelas privadas, las concertadas y la educación en el hogar han experimentado un crecimiento de matrícula sin precedentes.
¿Y por qué no? Los estudiantes de escuelas privadas, concertadas y en el hogar superan a sus compañeros de las escuelas públicas en pruebas estandarizadas y tienen más probabilidades de hacer trabajo voluntario en sus comunidades y compartir cuando crecen los valores de sus padres.
Es aquí donde entra el aprendizaje clásico, una de las ramas que ha crecido más rápido en la revolución educativa de América.
La educación clásica rechaza las modas pedagógicas efímeras y, en su lugar, sumerge a los estudiantes en las grandes obras de la literatura, filosofía, historia y ciencia —lo que el poeta Matthew Arnold llamaba «lo mejor que se ha pensado y dicho». En lugar de la Teoría Crítica de la Raza y el discursillo marxista, los niños aprenden sobre Grecia y Roma, Shakespeare y el Renacimiento, Jane Austen, Emily Dickinson y el esplendor de la fundación de América.
Inspirándose en las tradiciones académicas griegas y romanas, la educación clásica busca arraigar a los estudiantes en lo bueno, lo verdadero y lo bello. Su objetivo más alto es formar estudiantes virtuosos fundamentados en lo mejor del canon occidental. Las escuelas clásicas instruyen a los estudiantes a través de la secuencia conocida como «trivium», guiándolos a través de la gramática, la lógica y la retórica. Primero establecen una base de conocimientos, luego aprenden a evaluar argumentos y, finalmente, a expresar articuladamente sus pensamientos.
Como tal, la educación clásica está interesada en algo más que formar buenos estudiantes; su misión es formar estudiantes que sean buenos.
En los últimos dos años más de doscientas nuevas escuelas con orientación clásica han abierto en todo el país. La educación clásica está siendo adoptada por escuelas concertadas, startups y padres que educan en el hogar. Y las redes de educación clásica seguirán creciendo a medida que los estados permitan a los padres la libre elección educativa.
No debería sorprender que, en medio de esta rebelión reformista conservadora, el establishment educativo contraataque. Los ideólogos que dirigen las principales instituciones académicas y grupos de interés de Estados Unidos no cederán su privilegio y poder sin luchar. Potentes sindicatos de docentes están combatiendo las reformas en todo el país, incluso en estados tradicionalmente conservadores como Texas, Kentucky y Tennessee.
Más de 1,800 universidades estadounidenses ya han adoptado políticas de «opción sin examen», eliminando requisitos de larga data para que los solicitantes realicen los exámenes SAT o ACT. Incluso los expertos liberales admiten que esta medida es simplemente una forma que tienen las universidades de «destruir pruebas» de sus prácticas de admisión discriminatorias de larga duración.
Las élites de izquierdas también están utilizando su control sobre los “Advanced Placement exams” — exámenes que permiten a los estudiantes de secundaria obtener créditos universitarios— para marginar las alternativas educativas. Un borrador del curso de Estudios Afroamericanos de AP, por ejemplo, estaba lleno de Teoría Crítica de la Raza y antiamericanismo, exactamente el tipo de tonterías que hacen que los padres saquen a sus hijos de las escuelas públicas. El plan de estudios propuesto habría puesto (deliberadamente) en desventaja a los estudiantes con educación clásica. Afortunadamente, los conservadores, liderados por el gobernador de Florida Ron DeSantis, contraatacaron, amenazando con eliminar el curso y obligando al College Board a revisarlo.
Recientemente Florida otorgó otra gran victoria a los estudiantes con educación clásica al equiparar la Prueba de Aprendizaje Clásico —la prueba estandarizada de la educación clásica para estudiantes de secundaria— con el SAT y ACT para la evaluación de distrito y elegibilidad para el competitivo programa de becas Bright Futures del estado. También se están llevando a cabo cambios adicionales en las normativas para asegurarse de que los alumnos de la educación clásica, basada en la verdad, la belleza y la bondad, no estén en desventaja en el estado. Además, el New College de Florida ya anunció que aceptaría la Prueba de Aprendizaje Clásico para las admisiones, siendo la primera universidad pública de Florida en hacerlo.
Hay una razón por la que Florida ocupó el año pasado el primer lugar en el primer informe sobre la Libertad de Educación de la Heritage Fundación. Otros estados están bien posicionados para seguir el ejemplo de Florida, incluidos Alabama, Oklahoma y Arkansas, pero quizás ningún estado podría lograr tanto como Virginia, que ha sido durante mucho tiempo el hogar de una próspera comunidad de educación en el hogar y escuelas clásicas.
El gobernador Glenn Youngkin fue elegido en 2021 por la cuestión de los derechos de los padres y la reforma educativa. Su administración trabajó estrechamente con los educadores clásicos para reformar las directrices estatales de estudios sociales. No hay ninguna razón, en este entorno, para que Richmond no equipare la Prueba de Aprendizaje Clásico con ellos en las oficinas de admisiones estatales.
La educación clásica no es una moda: ha existido durante miles de años. Los estudiantes que se gradúan de programas clásicos tienen éxito académico, profesional y espiritual; por eso estos programas, desde la educación primaria hasta la superior, están en crecimiento. Además, ya existe una prueba estandarizada que mide la aptitud de los estudiantes con educación clásica y es aceptada en más de doscientas universidades y colegios de todo el país.
Puedo dar fe de la superioridad y atemporalidad del método clásico, y no solo para los mejores estudiantes, sino para todos, ya que he fundado una escuela clásica de K-12 y he dirigido un colegio clásico.
«Lo mejor que se ha pensado y dicho» es precisamente lo que los conservadores deberían estar conservando. La educación clásica es un mecanismo indispensable para hacerlo, y los legisladores conservadores deben a las familias el derecho de acceder a ella.
Kevin D. Roberts es el presidente de la Fundación Heritage.
Artículo original en First Things.