Las elecciones del 21A han dejado un amargo sabor en las urnas vascas. Por primera vez en la historia de España el PNV y EH Bildu han empatado con 27 escaños, una muestra del avance, más que advertido, de la organización abertzale en los territorios vascos. A su vez, el PSE-EE ha alcanzado 12 escaños -2 más que en 2020-, lo que deja encima de la mesa una repetición, más que posible, de la coalición del PNV y el PSE para investir al candidato nacionalista, Imanol Pradales, como nuevo lehendakari con la suma de sus 39 escaños.
Aunque las elecciones vascas no han causado sorpresas, resulta alarmante que 54 de los 75 escaños del Parlamento Vasco estén ocupados por los nacionalistas. El impulso del nacionalismo en el País Vasco ha sido más que advertido desde hace años, y un partido de talante constitucionalista, el PSOE, no dudará en volver a pactar una vez más con los nacionalistas para introducirse en el gobierno vasco y gozar de su apoyo en el gobierno central. Reprenden al árbol, pero pactan con las nueces.
Pero si se ha de hacer sonar la alarma es el protagonismo de EH Bildu –in crescendo– en la política vasca. Un partido que no ha condenado la violencia de ETA, que ha introducido nombres de etarras en sus listas, una organización heredera del terror de la violencia terrorista que asoló el país durante más de 50 años, hoy es decisivo en el Parlamento vasco.
En el informe del Observatorio CEU de Víctimas del Terrorismo recientemente presentado “La legitimación democrática de ETA: causas, responsables y consecuencias”, analiza cómo ha sido posible el blanqueamiento de una opción política basada en la ruptura de la unidad de España a través de la violencia y la extorsión.
En el documento se destacan dos modelos de lucha antagónicos de lucha contra el terrorismo: la aplicación del Estado de derecho para combatir el terror (Aznar) y la negociación política con los terroristas (Zapatero). La situación vasca actual deriva de este último, las concesiones a los nacionalistas, el blanqueamiento de su actividad y la legitimización de EH Bildu como un partido democrático más, permitiendo su participación en las instituciones políticas españolas se cree que es un triunfo de la democracia, cuando en realidad significa todo lo contrario, la deslegitimación del sistema democrático que pretende descomponer.
Asimismo, junto al blanqueamiento de su proyecto político, eximidos los criminales de su inhabilitación permanente para la vida política y maquillada su sangrienta trayectoria, resulta lógico su fortalecimiento electoral. También destaca popularidad de EH Bildu entre los jóvenes vascos, desconocedores de la trayectoria violenta de la banda terrorista ETA y seducidos por su imagen de partido “progresista”.
A su vez, no se puede pasar por alto la excepcionalidad del sistema electoral vasco. La cantidad de escaños en el País Vasco está alterada porque cada provincia -sin importar su densidad de población- decide quién ocupará 25 sillas del Parlamento vasco. Esto produce que el voto en una región pese más que en otra, por ejemplo, si en Vizcaya para conseguir un escaño hay que alcanzar 37.000 votantes, en Álava se consigue sólo con 10.000.
No se debe olvidar que las elecciones vascas parten desde una profunda alteración en el censo electoral. En el anterior informe del Observatorio CEU de Víctimas del Terrorismo: “El éxodo vasco como consecuencia de la persecución ideológica”, los autores revelaron que alrededor de 180.000 vascos huyeron del territorio ante las amenazas y abusos de la banda terrorista ETA durante los peores años de su actividad. Con la opción constitucionalista “desterrada”, tampoco sorprende el retroceso del constitucionalismo.
¿En qué momento nos hemos olvidado de las víctimas y se ha votado a los verdugos? Otra vez más, las elecciones del 21A muestran que Gana Bildu y pierde la democracia vasca, y que más aún, después de haber asumido el relato nacionalista -con la imposición del silencio y del lenguaje-, nuestra asignatura pendiente es la batalla por la verdad, exponiendo la verdadera historia de la actividad terrorista de ETA. La verdad de lo que supuso ETA, la verdad de sus herederos y la verdad de la alarmante situación del País Vasco en manos del nacionalismo disgregador y supremacista.