El concepto del «mal menor» se refiere a la elección de un mal con el fin de evitar otro que se percibe como mayor. Este concepto tiene especial relevancia en periodos electorales. Sin embargo, optar por el «mal menor» está mal por varias razones:
Primero, el mal nunca es aceptable, incluso si se le considera «menor». Nuestra moral defiende la idea de que nunca se puede hacer el mal para que se produzca un bien. Por tanto, elegir conscientemente un mal, aunque sea «menor», es moralmente inaceptable.
Segundo, cuando se elige el «mal menor», se puede caer en la trampa de legitimar y normalizar el mal. Con el tiempo, esto puede conducir a una aceptación gradual de comportamientos o acciones que originalmente se reconocían como inmorales o incorrectas.
Tercero, la elección del «mal menor» puede desviar la atención de la búsqueda de soluciones verdaderamente buenas. En lugar de conformarse con el «menos malo», los católicos estamos llamados a buscar y promover el bien.
Cuarto, la noción de «mal menor» puede ser problemática porque puede ser manipulada y utilizada para justificar una amplia gama de males, dependiendo de la perspectiva de cada persona sobre lo que constituye un «mal mayor».
En resumen, aunque la elección del «mal menor» puede parecer atractiva en situaciones difíciles o, por ejemplo, ante unas elecciones, para un católico, este enfoque nos puede llevar a la normalización del mal y desviar la atención de la búsqueda de soluciones verdaderamente buenas.